El Congreso, en una rara muestra de algo parecido a competencia, aprobó un proyecto de ley para poner fin al cierre del gobierno, rescatando así a las agencias federales del borde del colapso burocrático y evitando a millones de trabajadores una mayor desesperación existencial.
El 12 de noviembre de 2025, la Cámara, después de mucha deliberación teatral, aprobó la legislación, seguida por la votación de 60 a 40 del Senado, un margen que sugiere que incluso en la unidad, la división persiste. El proyecto de ley ahora espera el florecimiento presidencial -o el veto- de un tal Donald J. Trump, cuya firma sigue siendo tan impredecible como una ruleta.
Un cierre para siempre (o al menos hasta el próximo)
El cierre de 43 días, una hazaña récord de disfunción gubernamental, causó estragos con la precisión de un toro en una cacharrería. Los contratos federales se congelaron, la ayuda alimentaria se evaporó y los vuelos se cancelaron con el entusiasmo de un adolescente que evita las tareas del hogar. Los controladores de tráfico aéreo, esos héroes anónimos de los cielos, menguaron como pompas de jabón en el viento, obligando a la FAA a realizar acrobacias burocráticas sólo para evitar que los aviones chocaran en el aire.
Las empresas se marchitaron, las tribus nativas americanas masacraron búfalos (porque, aparentemente, los fondos federales son lo único que se interpone entre la civilización y el estilo de vida de cazadores-recolectores), y los estudiantes universitarios, esos académicos perpetuamente hambrientos, saquearon las despensas de los campus como Huérfanos dickensianos. Ah, progreso.
Nancy Pelosi, siempre experta en palabras, destripó la propuesta del Partido Republicano con la delicadeza de un chef experimentado fileteando un pescado:
«¿Quieren que votemos para retirar millones de Medicaid, quitar medio billón de Medicare y triplicar los costos de salud para las familias trabajadoras, y llamar a eso un proyecto de ley para reabrir el gobierno? Debes estar loco».
Las llamas retóricas de Pelosi aún parpadean, calentando los corazones de los progresistas y chamuscando. las cejas de los conservadores. 🔥
– Brian Allen (@allenanalysis) 30 de octubre de 2025
El proyecto de ley de compromiso, una creación frankensteiniana cosida con cinta adhesiva legislativa, provocó acalorados debates, porque nada une a los políticos como el desdén mutuo. Los demócratas, encabezados por Pelosi, retrocedieron ante las disposiciones que destrozaban Medicaid y Medicare, mientras que los republicanos, siempre optimistas, fingieron que estos recortes no dejarían a millones de personas sin aliento por una atención médica asequible. Ah, bipartidismo.
Sin embargo, contra todo pronóstico, el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, negoció un acuerdo: menos un triunfo de la negociación, más una rendición a la inevitabilidad. La votación de 60 a 40 del Senado fue menos un respaldo rotundo, más un suspiro colectivo de agotamiento.
Las consecuencias: la Fed fracasa, los reguladores criptográficos se despiertan
Con el proyecto de ley en camino al escritorio del presidente, las agencias federales se despiertan de su letargo como osos aturdidos que emergen de la hibernación, sólo para encontrar sus guaridas saqueadas por la realidad.
La Reserva Federal, privada de datos críticos de octubre (¿empleo? ¿Inflación? ¡Meros detalles!), avanza a tropezones como un académico miope que intenta leer un manuscrito borroso. Se avecina la reunión de diciembre y, con ella, el espectro de una cautelosa indecisión: ¿rebajarán las tasas? ¿Mantenerse firme? ¿Consultar una bola 8 mágica? Sólo el tiempo (y quizás una tabla Ouija) lo dirá.
Mientras tanto, los criptoreguladores, esos incansables guardianes del caos digital, se sacuden el estupor inducido por las licencias. La SEC, la CFTC, el IRS y la OCC reanudan sus tareas de Sísifo: aprobar ETF, hacer cumplir las reglas y pretender que entienden blockchain. La Ley GENIUS, acertadamente llamada así por su pura audacia, avanza pesadamente. 🚀
Pero no nos engañemos: ésta no es una solución permanente. Las cicatrices del cierre persisten: contratistas impagos, comunidades tribales abandonadas, familias de bajos ingresos olvidadas. ¿Se repetirá la historia? Casi con certeza. Después de todo, ¿qué es el gobierno sino una farsa recurrente con momentos ocasionales de competencia accidental? 🤡
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2025-11-13 06:13